Bienvenido, presidente Obama

El texto del comunicado de la Casa Blanca era breve: «El presidente y la señora Obama visitarán el Reino Unido, Francia, Alemania, y la República Checa desde el 31 de marzo al 5 de abril de 2009». La visita, que comenzó oficialmente ayer en Londres, es sumamente importante, ya que tiene lugar en medio de una crisis económica mundial, y todos están ansiosos por ver lo que el nuevo salvador del mundo va a conseguir.

Los europeos parecen ver a Barack Obama y a su esposa Michelle como una versión de los Kennedy. Sin embargo, los líderes políticos europeos ya se están preparando para defender sus posiciones contra los cambios que, con seguridad, pedirá el nuevo presidente de EEUU. Sin ir más lejos, el presidente checo ya ha criticado con dureza a Obama, la canciller de Alemania no se ha quedado atrás; y Francia, como siempre, está enviando mensajes para marcar las distancias. Alemania y Francia ya han rechazado las peticiones de EEUU de envío de más soldados europeos a Afganistán.

Así las cosas, uno se pregunta: ¿tendrá algún beneficio la visita de Obama a Europa? Los británicos se han gastado una fortuna en medidas de seguridad para recibirle, y sectores de la prensa británica han expresado abiertamente sus dudas en los días previos a su llegada. Sin embargo, podemos estar seguros de que Obama y sus consejeros harán un enorme esfuerzo durante la visita para que esta no sea baldía.

El papel de España en todo esto no se pone en duda. Porque, sencillamente, España no tiene papel. De nuevo, como en los años 50, el mensaje estadounidense de esperanza llegará a Europa, pero no a España, que bajo el Gobierno de Zapatero ha descendido a una posición de mínima importancia en el mundo moderno. Obama no vendrá a España. El presidente, sus consejeros y los diplomáticos residentes en Madrid saben de ciertas actitudes que marcan la constante hostilidad del actual Gobierno español hacia Estados Unidos.

Muchos americanos recuerdan cómo Zapatero los agravió en 2003 al permanecer sentado mientras se entonaba el himno nacional de EEUU y ondeaba la bandera americana. «¿Por qué debería ponerme de pie? ¡No es mi bandera!» dijo en su día. Un año después, Zapatero excluyó a Estados Unidos del desfile militar del 12 de octubre, y en su lugar invitó a Cuba y Venezuela.

Los americanos se acuerdan, y muchos de ellos no perdonan. También tienen muy presente la curiosa propensión de Zapatero a desertar de los aliados de España. Retiró unilateralmente el contingente militar de Irak, y dejó que los polacos ejercieran en solitario los deberes de seguridad encomendados. Y hace sólo unos días ha repetido este hábito, anunciando a través de la ministra de Defensa, Carme Chacón, la retirada unilateral de las tropas españolas de Kosovo, lo que le acarreó el inmediato oprobio universal. En ambas ocasiones, la ofensa estaba dirigida principalmente contra EEUU.

La lista de decisiones antiamericanas del actual gobierno es realmente larga. E incluye el suministro deliberado de armas a Hugo Chávez en Venezuela, en un momento en que el Gobierno de Estados Unidos estaba procurando detener tal envío de armamento.A cada paso, el Gobierno ha jugado un papel ingenuo, sin respetar ni sus alianzas ni sus obligaciones internacionales normales.Esto ha tenido un efecto desastroso para la reputación de España en el mundo. Nadie ya puede tomarla en serio. Un periódico de Bruselas informa: «La influencia española -tanto en Europa como en otras partes- ha mermado abruptamente durante los últimos años en que Zapatero ha estado en el poder».

El hecho es ampliamente reconocido. Un columnista español recientemente ha comentado: «España todavía es un actor secundario no sólo en la esfera internacional sino también dentro de la Unión Europea».Toda la actividad política significante en Europa la dirigen el Reino Unido, Francia, Alemania e Italia; España está fuera y olvidada. El Gobierno intenta mantener estrechas relaciones con sus aliados Cuba y Venezuela, pero al precio de perder peso en Europa.

España no es ni siquiera miembro por derecho del G-20, el club de las 20 naciones más industrializadas del mundo, y se ha colado por la puerta trasera en la reunión que se celebra hoy en Londres.Zapatero sigue repitiendo a todos: «España es la octava economía del mundo», y es posible que repita la frase incluso mientras duerme. La verdad es que no es la octava, y sus cifras actuales de desempleo la identifican como una de las peores economías de Europa.

Entonces, ¿por qué debería el presidente Obama interesarse por la España de Zapatero? Existen posiblemente dos razones principales y ninguna de ellas será del agrado del actual Gobierno. La primera es que, a pesar de la obvia propensión de Moncloa a fallar en sus alianzas, la Administración Obama espera que Zapatero fortalezca la presencia militar española en Afganistán, donde actualmente tiene cerca de 800 soldados en una misión no militar. Obama anunció el pasado mes el envío de 17.000 soldados estadounidenses más a Afganistán. La fuerza de la lucha contra los talibán la ejercen Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y tropas holandesas. ¿Dejarán Zapatero y su ministra pacifista de Defensa que los soldados españoles ejerzan aquello para lo que están entrenados, es decir, para luchar?

La segunda razón principal del interés de Obama es la amistad de España con Turquía. Cuatro días después de la cumbre del G-20, el 6 de abril, Zapatero tendrá la oportunidad de encontrase de nuevo con el presidente Barack Obama en Ankara, donde se va a celebrar una nueva cumbre de la Alianza de Civilizaciones. Obama va a visitar Turquía, donde se encontrará con el presidente y con el primer ministro, y es posible, aunque la Casa Blanca aún no lo ha confirmado, que asista a la reunión de la Alianza.

Tal vez ni los españoles saben mucho de este extraño invento de Zapatero. La propuesta de crear la Alianza surgió de él y del primer ministro turco, Erdogan, y más tarde recibió el apoyo del secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan. La Alianza es un intento de hacer que el mundo occidental aprecie a las naciones islámicas. Pero las declaraciones públicas para alcanzar este objetivo han sido curiosamente desequilibradas. Aunque reconoce que el terrorismo es un problema que menoscaba las relaciones con Occidente, la Alianza consistentemente trata a los países islámicos como no-culpables, como víctimas de la depredación por parte de los países occidentales y por Israel. Las declaraciones de los miembros de la Alianza dejan claro que es un cuerpo pro-musulmán, del que Israel queda rigurosamente excluido.

Los críticos han señalado que una y otra vez rehúsa admitir la existencia del terrorismo islámico, y pide la prohibición de todo lenguaje que pueda conectar islam con violencia. Al mismo tiempo, los que más apoyan la Alianza, como el ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, nunca han podido ocultar su desagrado con Israel. Las únicas civilizaciones de las que se preocupa la organización son dos: el islam y Occidente. El judaísmo no existe, ni las civilizaciones asiáticas. Tampoco toma en cuenta las culturas de los estados democráticos occidentales, como Holanda, Estados Unidos, Canadá o Australia. Tal vez por ello se puede calificar la idea de la Alianza como peculiar.

La alianza es puramente incidental para los propósitos de Obama.Lo que a él realmente le interesa es establecer relaciones con Turquía, un aliado muy importante por razones variadas. Su visita a Turquía se va a producir en un momento en que el primer ministro Erdogan está poniendo en marcha medidas severas contra la sociedad civil, los medios de comunicación y la oposición política, de un modo que a algunos les parece que está impulsando a Turquía hacia una dictadura.

Un periódico turco informa: «La visita de Obama es vista como una señal de la voluntad de la Administración Obama de trabajar con Turquía sobre diversos asuntos clave de política exterior, incluyendo la estabilización de Afganistán e Irak, y el controvertido programa nuclear de Irán». El Financial Times ha destacado que el objetivo de Obama en esta visita es hacer «un gran discurso al mundo islámico desde Turquía en su primera visita, muy esperada, a un país musulmán». Obama ya ha hecho un importante acercamiento público a Irán, pero poder hacer el mismo estilo de propuesta desde dentro de un país musulmán, un país que además es un firme aliado de Estados Unidos, debería ser un paso crucial hacia adelante.

España, pues, es sólo un jugador marginal. No obstante, uno puede conceder que la peculiar idea de una Alianza podría tener sus virtudes. Concluyamos con algunas sabias palabras del distinguido erudito y diplomático israelí, Shlomo Ben-Ami: «Por supuesto, la Alianza de Civilizaciones no debería intentar zanjar diferencias defendiendo el relativismo moral. Para que la Alianza tenga oportunidad de éxito, debe hacerse hincapié en la reciprocidad. La tolerancia y libertad religiosa debe ser mutua».

Henry Kamen es historiador y su último libro publicado es Imagining Spain: Historical Myth & National Identity (Yale University Press, 2008).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *