En un discurso que pronunció recientemente en Berlín, el presidente estadounidense, Barack Obama, reafirmó su compromiso con el desarme nuclear y propuso medidas para alcanzar esa meta. No obstante, Rusia ha dejado claro que no tiene previsto realizar más recortes de su arsenal nuclear en el futuro cercano.
En el discurso – pronunciado casi 50 años después de que el presidente John F. Kennedy se dirigiera a la entonces dividida ciudad para resaltar el valor del control de armamentos entre los adversarios – Obama anunció que los Estados Unidos están dispuestos a reducir hasta en una tercera parte su arsenal nuclear. También propuso reducciones significativas de las armas nucleares tácticas desplegadas en Europa. Además, hizo un llamado a la comunidad internacional para que renueve sus esfuerzos por impedir que Irán y Corea del Norte desarrollen armas nucleares; por poner en operación el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares y el propuesto Tratado de Prohibición de la Producción de Material Fisionable; y por hacer más segura la energía nuclear.
Hace tres años, parecía que Rusia compartía las aspiraciones de Obama de superar las posturas nucleares de la Guerra Fría y ambos países habían acordado limitar a 1,550 sus armas desplegadas como parte del Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas. De hecho, Rusia considera al nuevo START como un tratado "norma de oro", basado en principios fundamentales – reducciones modestas y equilibradas durante un plazo largo, medidas de verificación adecuadas pero no excesivas y reconocimiento de la relación entre ofensiva y defensa estratégica – que deberían aplicarse a todos los tratados futuros de control de armamento.
Sin embargo, desde entonces los funcionarios rusos han adoptado posiciones de línea dura y han afirmado en diversos foros –incluida la reciente Conferencia sobre la Seguridad Europea celebrada en Moscú- que Rusia no considerará hacer más recortes de su arsenal nuclear hasta que los Estados Unidos aborden ciertas cuestiones que afectan los intereses rusos. De hecho, muchas de las exigencias del Kremlin bien podrían estar más allá de las capacidades de respuesta de la administración Obama.
Una de las principales preocupaciones de Rusia son los esfuerzos de los Estados Unidos por reforzar su sistema de defensa de misiles balísticos. Aunque los expertos han puesto en duda la capacidad de ese sistema, los líderes rusos están convencidos de que podría dañar seriamente la capacidad de disuasión nuclear de Rusia.
Los funcionarios rusos han dado a entender que los Estados Unidos están utilizando la amenaza de un ataque con misiles balísticos nucleares por Corea del Norte o Irán contra su país como pretexto para construir defensas contra Rusia (y probablemente China). A pesar de las garantías de Obama (y de sus predecesores), Rusia sostiene que los objetivos verdaderos del sistema de defensa de misiles balísticos son ampliar el papel de la OTAN en Europa, complicar el trabajo diplomático de Rusia y facilitar las intervenciones militares de los Estados Unidos.
El presidente ruso, Vladimir Putin, incluso ha advertido que sin la capacidad de disuasión de Rusia, los Estados Unidos estarían tentados a llevar a cabo intervenciones militares, como las de la ex Yugoslavia, Iraq y Libia, en más países. Estas preocupaciones han conducido a que Rusia exija que los Estados Unidos firmen un tratado vinculante que limite la velocidad, ubicación y capacidades de sus defensas de misiles y que incluya disposiciones obligatorias sobre transparencia, aunque los funcionarios rusos reconocen que el Senado de los Estados Unidos jamás ratificaría un tratado como ese.
Otra cuestión que limita el desarme nuclear es la opinión de Rusia de que sin armas nucleares su capacidad militar se vería superada por las fuerzas convencionales de los Estados Unidos y la OTAN. En efecto, a muchas personas en Rusia les preocupa que un ataque de Estados Unidos, llevado a cabo con su arsenal creciente de armas convencionales teledirigidas de largo alcance, contra la fuerza nuclear de disuasión y otros dispositivos defensivos de Rusia sería tan devastador como un ataque nuclear.
La intención declarada de Obama de trabajar junto con la OTAN para tratar de reducir en por lo menos 5,000 el arsenal de armas nucleares tácticas de Rusia –que supera por mucho las aproximadamente 200 que tiene la OTAN- y alejar las ojivas restantes del territorio de los miembros de la OTAN exacerba los temores. Muchos rusos sienten que el dominio de su país en este ámbito es esencial para contrarrestar los desequilibrios en el armamento convencional.
De hecho, ningún tratado formal de control de armamento cubre estas armas no estratégicas; tampoco han sido objeto de las negociaciones específicas entre la OTAN y Rusia. Además, mientras los Estados Unidos tengan armas nucleares tácticas cerca de la frontera de Rusia, los funcionarios rusos insisten en que no iniciarán esas pláticas.
Incluso si los Estados Unidos lograran que Rusia se sentara a la mesa de negociaciones, convencerla de aceptar reducciones importantes de su arsenal de armas nucleares tácticas requeriría que los Estados Unidos cumplieran exigencias adicionales, como limitar las concentraciones e instalaciones militares de la OTAN cercanas a la periferia de Rusia y resucitar el Tratado sobre las Fuerzas Armadas Convencionales en Europa en las condiciones que dicte el Kremlin.Además, los líderes rusos exigen que otros Estados con armas nucleares acepten límites comparables en sus arsenales de armas nucleares tácticas.
En efecto, Rusia quiere sustituir los procesos predominantemente bilaterales de control de armamento nuclear de los últimos 50 años con negociaciones multilaterales orientadas a limitar las capacidades ofensivas de otros Estados que tienen armas nucleares como el Reino Unido, Francia y China – y tal vez otros países. No obstante, sería difícil convencer a esos Estados de participar en negociaciones sobre la reducción de armamento, y ya no se diga de aceptar nuevas limitaciones a sus relativamente reducidos arsenales nucleares. Al igual que la administración Obama, creen que la próxima ronda de recortes debería centrarse en Rusia y los Estados Unidos, que siguen teniendo casi todas las armas nucleares del mundo.
El desafío fundamental es que los líderes rusos no comparten la aversión de Obama hacia las armas nucleares. Al contrario, creen que, si bien la posibilidad de una guerra nuclear se ha reducido drásticamente desde el final de la Guerra Fría, la disuasión nuclear se ha vuelto más valiosa para Rusia y otros países a los que los Estados Unidos superan en poder militar convencional. Este puede ser un obstáculo insuperable para concretar la visión de la administración de Obama de un mundo libre de armas nucleares.
Richard Weitz is Senior Fellow and Director of the Center for Political-Military Analysis at the Hudson Institute. Traducción de Kena Nequiz.