El Orgullo Gay no entiende de prohibiciones

El llamado día del Orgullo Gay (Gay Pride) conmemora una fecha reciente dentro de la rica historia cultural de los homosexuales. Pero conmemora, con razón, un 28 de junio de 1969, en que los gays de Nueva York se rebelaron contra la opresión y el oscurantismo y abrieron los modernos logros -en muchos países del mundo occidental- de la visibilidad y de la libertad hoy conseguidos, con altos grados de lucha y sacrificio. Por eso, porque el Día del Orgullo Gay es, ante todo, una celebración de la libertad y más particularmente de la tan denostada libertad sexual (que las religiones más cerradas nunca han entendido) resulta raro que se haya mantenido el veto institucional a Israel en el gran desfile de Madrid -convertido por su amplitud en un referente nacional e internacional-. Los gays israelíes podrán finalmente participar en el evento, pero a bordo de la carroza de los organizadores, no en la que, en un primer momento, iba a subvencionar el ayuntamiento de Tel Aviv, la ciudad más cosmopolita y abierta de Israel.

Se nos dice que el veto procede de que al no condenar el asalto a la flotilla humanitaria que trataba de romper el bloqueo de Gaza, la presencia oficial israelí en el Orgullo Gay de Madrid conllevaría dobles problemas de seguridad. Bien, ¿y para qué está una Policía democrática? Es triste que se hayan mezclado aquí dos problemas. De un lado está la política del actual gobierno derechista de Israel respecto a la Franja de Gaza, política dura y aún brutal, con la que bien puede estarse en desacuerdo; y otra cosa es celebrar que gays y lesbianas gozan en Israel de una libertad -pese a las malas caras de los judíos ultraortodoxos- como no se tiene en ningún otro país de su entorno, si se excluye (y no del todo) a Turquía. Uno puede pensar que Palestina es víctima de la mano más que dura del gobierno de Israel, lo que no soluciona sino que agrava ese conflicto encallecido, y por otro lado celebrar la libertad sexual de la que los israelíes gozan y que hoy por hoy es, desdichadamente impensable no sólo en la franja de Gaza, sino en países limítrofes como Egipto o Siria, donde la homosexualidad se condena y aún se persigue. ¿Y pretendían prohibir a las lesbianas o gays israelíes -probablemente en su mayor parte de izquierda liberal- celebrar en Madrid, con todos los países libres, esa libertad sexual que es lo que el Orgullo ensalza y conmemora?

Algo ha fallado, algo no han hecho bien las organizaciones que cuentan con el permiso del Ayuntamiento de Madrid para el tan necesario Orgullo, que aún debe ser reivindicativo y peticionario pero no sólo respecto a España, sino a los perseguidos del mundo entero por razones de sexo. ¿Por qué, por ejemplo, no extender el derecho de asilo político a los que huyen de sus países de origen perseguidos por su orientación sexual? Conviene no olvidar, otro ejemplo, que el Irán de los ayatolás ha ahorcado a varios gays en la plaza pública. Naturalmente no habrá en el Orgullo de Madrid una carroza LGTB financiada por el ayuntamiento de Teherán. Ni siquiera por el de Rabat o El Cairo, tan prooccidentales sus gobiernos, eso sí, pero tan cerrados religiosamente. Eso no debe darnos igual, debiera preocuparnos. Sin embargo, el ayuntamiento de Tel Aviv (aunque el gobierno de su nación sea muy conservador y en exceso tosco en sus métodos) sí manda una carroza a la parada madrileña, porque deja que sus ciudadanos sean sexualmente libres, como debe ser. Por eso, y porque desde luego no vivimos en un mundo ideal, sino en un mundo áspero en el que hay que sobrevivir y mejorar cada día, debiéramos haber hecho una diferencia práctica, entre la posible condena general (la ha hecho la ONU ya) al gobierno de Israel y al señor Netanyahu, y la participación oficial de la comunidad gay israelí en la celebración madrileña. Pues ellos bien pueden representar a su país y no representar a su gobierno. Y sobre todo porque nosotros no condenamos con la suficiente fuerza el integrismo islámico, que nos lapidaría.

Luis Antonio De Villena es escritor y poeta. Su último libro publicado se titula Nuevas semblanzas y generaciones (Pre-textos).

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