Franco y la conspiración monárquica de 1948

En la muy interesante serie publicada por ABC sobre «Los papeles secretos del Régimen», se analizan unos informes de Falange respecto a las actividades de Don Juan de Borbón y algunos de sus colaboradores para derrocar a Franco y restaurar la Monarquía. Los hechos ocurrieron en 1948, cuando el heredero de Alfonso XIII aún no se había repuesto de la durísima campaña mediática que en España se había desatado contra su persona en los medios falangistas.

Tres años antes, el 19 de marzo de 1945, a unos meses de dar fin la llamada II Guerra Mundial, Don Juan había lanzado su célebre Manifiesto de Lausana, en el que pedía taxativamente la retirada de Franco y la restauración de la Monarquía en su persona, ante la inminente victoria aliada que parecía dejar a Franco a los pies de los vencedores.

No sería así por la urgente voracidad de Stalin, que se tragó buena parte de Europa en un santiamén y abrió las espitas de la Guerra Fría que situaría a Franco en una posición privilegiada de paladín del anticomunismo e hizo necesaria su persona e imprescindible el territorio español por su posición geoestratégica. Roosevelt primero y después Truman, ciertamente, odiaban a Franco. Pero odiaban todavía más a Stalin.

Eso lo sabían Don Juan y sus consejeros, y, sin embargo, se montó en 1948 la conspiración que ABC ha recordado con documentación inédita. Posiblemente fuera porque, aun cuando los Estados Unidos e Inglaterra consideraban a Franco como necesario en el orden mundial del momento, los políticos de esas potencias y de otras menores, así como la prensa internacional, estigmatizaban continuamente al Régimen español y a su Generalísimo.

En ese ambiente de hostilidad formal exterior tan manifiesta, se desarrolló aquella conspiración monárquica puntualmente conocida por Franco, no solo por los papeles de Falange, sino también por monárquicos implicados. Franco sabía de las conversaciones de GilRobles, que encabezaba a los interlocutores delegados de Don Juan, con Indalecio Prieto y cómo se avanzaba hacia la constitución del que se conocería como Pacto de San Juan de Luz, en el que se abrían grandes posibilidades para la Monarquía.

A Franco esas intrigas no le inquietaban, aunque quizá le malhumoraban. Pero tenía que hacer un ajuste a la operación que había puesto en marcha el año anterior. En 1947 había planteado al pueblo español, en referéndum, una de sus Leyes Fundamentales, la Ley de Sucesión, en virtud de la cual España se había convertido en un Reino sin rey, pero con un príncipe definido por cualidades genéricas (varón, español, católico, de sangre real, mayor de 30 años) que sería elegido para sucederle en el momento oportuno.

Prácticamente todo el mundo sabía que esa ley apuntaba a Don Juan de Borbón si se aviniera a los dictados de Franco, o que la sucesión recaería en su hijo Juan Carlos «si no nos sale rana», como dijo una vez Carrero años después.

Y en aquel 1948 en plena conspiración entre monárquicos y PSOE, Franco quiso concertar una entrevista con Don Juan de Borbón. Los preparativos se hicieron con máxima discreción. Franco quería que el príncipe Juan Carlos viniera a estudiar el Bachillerato a España y fuera parte de la urdimbre española desde niño. Y, naturalmente, también su hermano Alfonso.

Y así, el 25 de agosto de aquel 1948, en el yate Azor, a cinco millas al norte del monte Igueldo de San Sebastián, se produjo la conversación entre Franco y Don Juan, que encauzaría los estudios de sus hijos en suelo español. Gil-Robles no sabía nada, ni sus compañeros interlocutores del PSOE. Quedaron desorientados. Conspiraban para derrocar a Franco y mientras Don Juan charlaba cordialmente con el dictador, ventilados ambos por la brisa del Cantábrico. No obstante, el 28 de agosto, tres días después de la entrevista del Azor, se firmó el Pacto de San Juan de Luz, que nació prácticamente muerto porque la entrevista Franco-Don Juan lo desautorizó de hecho.

El 9 de noviembre el príncipe Juan Carlos llegaba a la estación de Atocha de Madrid en el expreso de Lisboa, con su hermano Alfonso. Este hecho, considerado por Franco de gran importancia en su estrategia de futuro, fue prácticamente silenciado por los periódicos españoles. Solo ABC y algún otro periódico autorizado dieron la noticia. Franco comunicó a su red diplomática la descodificación del acontecimiento. El Régimen no es un sistema encerrado en sí mismo, sin proyección de futuro. Es un Reino que en su momento será coronado por un rey. Hay una dinastía: además del heredero natural de Alfonso XIII, también su hijo primogénito, que se integraba en la sociedad española.

La conspiración quedó en nada, el príncipe vino a estudiar a España, y Franco, impasible el ademán.

Joaquín Bardavío, escritor y periodista.

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