La pertinaz sequía

Arrecian los temores cada vez más fundados de un cambio climático que agudice los fenómenos adversos y acentúe los periodos de sequía que desde los albores de la historia padece nuestro país con cíclica y pertinaz alevosía. El año hidrológico 2016-2017, finalizado el pasado 30 de septiembre, ha sido muy seco en general. Los datos oficiales muestran que estamos en el cuarto año consecutivo en el que los valores globales de precipitaciones han estado por debajo de la media histórica. A finales de noviembre, los embalses para uso consuntivo tenían almacenada una reserva de 20.575 hectómetros cúbicos, lo que supone un 36,7 por ciento de su capacidad máxima. Esta cifra está claramente por debajo de las medias de los últimos cinco y diez años (58,5 y 55,1 por ciento, respectivamente). Hay sistemas de explotación en emergencia en ocho cuencas hidrográficas intercomunitarias. Hay una España húmeda y una España seca, y en ambas irrumpe cada cierto tiempo una fatal ausencia de precipitaciones. La irregularidad en el espacio y en el tiempo de los recursos hídricos es una de las características peculiares de nuestro país. Por eso, resulta obligado actuar para que esta peculiaridad no coarte nuestro desarrollo socioeconómico ni ponga en peligro nuestros ricos ecosistemas asociados al agua. Una obligación que requiere actuaciones de dos clases.

Por un lado, es preciso mejorar la gestión del agua mediante planes hidrológicos más resolutivos y audaces. Si hoy en día podemos afrontar las sequías sin que constituyan un auténtico drama generalizado es gracias al Sistema Español de Gobernanza del Agua, gestado durante siglos y en el que nuestro gran patrimonio de obras hidráulicas y la gestión participativa del agua son pilares fundamentales. Pero no todo está hecho ni resuelto. Al hilo de la crisis, estamos asistiendo a una desafortunada evolución de la situación, que por responsabilidad los ingenieros de Caminos hemos de denunciar. Por una parte, muchas de las medidas contempladas en los planes hidrológicos no terminan de arrancar. Por otra, no se disponen los recursos humanos y materiales necesarios para una correcta gestión y conservación de nuestro patrimonio hidráulico. Todo un desatino, que podemos llegar a pagar muy caro, especialmente en lo que se refiere a presas y embalses, cada vez más envejecidos, cada vez más necesitados de actuaciones.

Ha de tenerse en cuenta que cuatro de cada cinco gotas de agua que utilizamos proviene de uno de los embalses que regulan los caudales de los ríos. Los que de forma irresponsable anuncian el fin de la «era de Joaquín Costa», en referencia al agotamiento del modelo basado en las presas, cometen un ejercicio doble de irresponsabilidad, ya que las presas no sólo están ayudando a mitigar los efectos de la sequía, sino que también ayudarán de forma decisiva a paliar los daños de las avenidas cuando estas se presenten. Que también lo harán, por cierto, de forma creciente, si son ciertos los presagios de los climatólogos.

La magnitud del reto obliga asimismo a que se superen las rivalidades autonómicas y que se aborde una adecuada gestión integrada del agua a escala estatal, con intercomunicación de cuencas, que integre las desaladoras ya construidas. Ello requiere además revitalizar las confederaciones hidrográficas, que si están bien dotadas son capaces de resolver la mayoría de los problemas asociados al agua en España.

En el capítulo de la demanda, también es preciso racionalizar el consumo. Es sin duda necesario pero poco útil cuantitativamente estimular el ahorro doméstico cuando el 80 por ciento del gasto total de agua va al regadío, cuya productividad es realmente baja en grandes zonas de nuestro país, y apenas el 14 por ciento se destina a abastecer las necesidades de los núcleos urbanos (el otro 6 va a la industria). Asimismo, la existencia de fugas en los sistemas de abastecimiento malgasta una parte importante de la disponibilidad total (según el INE, el 15,9 por ciento). Por otro lado, el reciclado y la reutilización del agua, ambos en ascenso, pueden contribuir a paliar la escasez en las zonas urbanas de manera creciente. Hoy estaría siendo reutilizado cerca del 10 por ciento del agua depurada, unos cuatrocientos hectómetros cúbicos al año. Habrá que avanzar en el ahorro, pero, no nos engañemos, las grandes decisiones han de adoptarse en otros terrenos

Como puede verse, el problema del agua es complejo y su solución requiere la colaboración de todos. Una correcta planificación, el logro de un consenso amplio sobre las actuaciones necesarias y la habilitación de los recursos precisos –más allá de los periodos problemáticos de sequía– son los elementos de unas políticas adecuadas que paliarán el problema. Los profesionales a cargo de esta gestión estamos dispuestos a asumir nuestras responsabilidades en la materia y a prestar como siempre nuestra leal colaboración técnica a quienes decidan abordar de una vez este secular problema, que ya los ilustrados del siglo XVIII entendieron como esencial para hacer posible la modernización de la patria.

Juan A. Santamera, presidente del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.

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