Soy inmunólogo y estudio embarazos, y esto es lo que sé sobre la covid

Soy inmunólogo y estudio embarazos, y esto es lo que sé sobre la covid
Alice Proujansky para The New York Times

Hace más de 60 años, el biólogo ganador del Premio Nobel Peter Medawar propuso algo que se ha llegado a conocer como la paradoja inmunológica del embarazo.

Según Medawar, el feto es como un trasplante semiextraño porque la mitad de sus genes proviene del padre. Por lo tanto, el sistema inmunitario de la madre y el feto deben estar en conflicto. Una de las teorías de Medawar para explicar por qué el cuerpo de la madre no rechaza el embarazo fue que el sistema inmunitario maternal está inhibido. Como resultado, se introdujo a la comunidad científica el concepto del embarazo como un padecimiento con sistema inmunitario deprimido y desde entonces ha influido en la manera de pensar de los doctores y el público sobre el embarazo.

Pero investigaciones subsecuentes, entre ellas la mía, han llevado al desarrollo de una perspectiva distinta y más optimista en torno a la manera en que interactúan el sistema inmunitario maternal y el feto. En vez de amenazar al feto, el sistema inmunitario maternal tiene un papel crucial en el éxito del embarazo, en particular en sus primeras etapas. En efecto, el sistema inmunitario de una madre cambia durante el embarazo, pero se vuelve más fuerte, no más débil. La ciencia antigua ha producido malos consejos, en especial durante las pandemias.

Como lo predijimos una excolega y yo hace una década, la generalización de que las mujeres embarazadas están inmunodeprimidas y por lo tanto corren un mayor riesgo de infecciones no solo es errónea, sino que también “evita la resolución de lineamientos adecuados para tratar a las mujeres embarazadas durante las pandemias”.

Sin quererlo, la paradoja de Medawar ha producido otra paradoja: un sistema médico que suele dedicar mucho cuidado y atención a las mujeres embarazadas y sus fetos ha terminado por descuidarlas o por darles consejos poco actualizados y contradictorios en torno a cómo protegerse. Este problema existe para la COVID-19 y persiste para las mujeres embarazadas que sortean otros brotes de enfermedades infecciosas, como el ébola en África occidental.

Tuvo que pasar demasiado tiempo para que las mujeres embarazadas fueran incluidas en los ensayos clínicos para las vacunas contra la COVID-19 y para que las agencias de salud pública en Estados Unidos y otros países dieran recomendaciones. Sin esa guía, los médicos no tenían la información necesaria para asesorar a sus pacientes embarazadas y muchas mujeres embarazadas tal vez hayan dado por hecho que una vacuna podía ser peligrosa para ellas.

Pero ahora tenemos datos: para las mujeres embarazadas, los riesgos de la COVID-19 superan por mucho los riesgos de ser vacunadas y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) les están pidiendo que se vacunen. No obstante, según datos de los CDC, tan solo el 31 por ciento de las personas embarazadas en Estados Unidos se ha vacunado contra la COVID-19. Aunque el riesgo absoluto es bajo, en comparación con la gente sintomática no embarazada con COVID-19, las personas embarazadas y sintomáticas corren más del doble del riesgo de ser ingresadas en una unidad de cuidados intensivos, según los CDC, y un 70 por ciento de mayor riesgo de morir por la enfermedad. Las personas embarazadas con covid también corren el riesgo de sufrir complicaciones como nacimientos prematuros, mortinato o que sus recién nacidos sean ingresados en una unidad de cuidados intensivos en comparación con personas embarazada sin COVID-19.

Algunas infecciones virales, como la del virus del Zika, son un riesgo particular durante el embarazo. No lo son porque los sistemas inmunitarios de las mujeres embarazadas sean débiles, sino por la posibilidad de que el virus llegue al feto, lo cual no es el caso de todos los virus. También es posible que algunas de las respuestas del sistema inmunitario de las mujeres embarazadas frente a una infección viral puedan afectar al feto y su desarrollo. Responder estas preguntas debería ser una prioridad en cada una de las pandemias.

Para entender mejor el impacto de la COVID-19 durante el embarazo, mis colegas y yo estudiamos la incidencia de la infección de la COVID-19 en mujeres embarazadas que habitaban una zona de Ecuador donde los índices de transmisión eran altos y las pruebas eran bajas. En nuestro pequeño estudio, publicado el 6 de octubre en la revista Placenta, encontramos que una proporción significativa de las mujeres embarazadas que estudiamos se infectó del virus SARS-CoV-2 (soy editor de Placenta, pero no tuve un cargo editorial en la publicación del artículo). Aunque estas mujeres embarazadas respondieron bien frente al virus al momento de nuestro estudio y no desarrollaron una enfermedad grave, sigue habiendo preguntas sobre el impacto a largo plazo de la infección materna del coronavirus sobre el desarrollo del feto.

Algo curioso fue que descubrimos que los recién nacidos con madres que habían tenido COVID-19 también habían desarrollado una respuesta inmunitaria frente al virus. Esto sugiere que hay una comunicación activa entre el sistema inmunitario de la madre y el del feto, y para nosotros esto es una mayor evidencia en favor de la vacunación.

Parte de la protección que desarrolla una mujer embarazada vacunada podría ser transmitida a su hijo durante el embarazo y después del nacimiento. Esta protección podría ser importante para el recién nacido, ya que brinda la primera línea de defensa en el bebé, el cual tiene un sistema inmaduro. Para una madre, también es mucho más seguro vacunarse —pues induce una respuesta inmunitaria corta y específica— que la posibilidad de poner a su cuerpo, y al feto, a combatir con la COVID-19 sin protección. Además, se sigue sin conocer el impacto a largo plazo de una infección grave de COVID-19 en un feto en desarrollo.

Es comprensible que las mujeres embarazadas puedan sentirse inseguras sobre las vacunas contra la COVID-19. Debieron ser incluidas en los ensayos clínicos de las vacunas del año pasado y su exclusión de la investigación médica ha sido un problema desde hace tiempo.

No hay ninguna base biológica para preocuparse de que las vacunas contra la COVID-19 puedan tener un impacto negativo en la fertilidad o el embarazo, pero este tipo de dudas son el resultado de la exclusión de las personas embarazadas de la ciencia.

Algo que todo el mundo debería saber es que hay una cantidad considerable de mujeres embarazadas que han sido vacunadas y están protegidas contra la COVID-19 y han tenido bebés sanos. La vacunación durante el embarazo ofrece una triple protección: para la madre, para el feto en desarrollo y para la salud futura del recién nacido.

Gil Mor es director científico del C. S. Mott Center de Crecimiento Humano y Desarrollo. Su laboratorio de investigación en la Universidad Estatal de Wayne estudia el sistema inmunológico durante el embarazo y el impacto de los patógenos. Fue presidente de la Sociedad Estadounidense de Inmunología Reproductiva de 2018 a 2021.

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