¿Debería salir Alemania del euro?

El verano pasado, el financiero George Soros instó a Alemania a que accediera a la creación del Mecanismo Europeo de Estabilidad y pidió a este país que “dirigiera o saliese”. Ahora dice que, si sigue bloqueando la introducción de los eurobonos, Alemania debe salir del euro

Soros está jugando con fuego. Abandonar la zona del euro es precisamente lo que pide el partido recién fundado “Alternativa para Alemania”, que cuenta con el apoyo de un amplio sector de la sociedad.

La hora de la verdad se acerca a gran velocidad. Chipre está casi fuera del euro, pues la prestación de asistencia en forma de liquidez de emergencia por parte del Banco Central Europeo aplazó el desplome de sus bancos, mientras que en las últimas elecciones generales italianas unos partidos euroescépticos, encabezados por Beppe Grillo y Silvio Berlusconi, obtuvieron entre los dos el 55 por ciento del voto popular.

Además, no es probable que los griegos y los españoles puedan soportar la presión de la austeridad económica durante mucho más tiempo, en vista de que su desempleo juvenil va camino de representar el 60 por ciento. El movimiento independentista de Cataluña ha cobrado tal impulso, que un destacado general español ha jurado que enviará tropas a Barcelona, en caso de que esa comunidad celebre un referéndum sobre la secesión.

También Francia tiene problemas de competitividad y no puede cumplir con sus compromisos conforme al Pacto fiscal de la Unión Europea. Portugal necesita un nuevo programa de rescate y también Eslovenia podría pedir pronto un rescate.

Muchos inversores repiten las afirmaciones de Soros. Quieren cortar y salir corriendo: descargar sus activos tóxicos sobre los rescatadores intergubernamentales, que deberían pagarlos con lo recaudado mediante las ventas de eurobonos, y colocar su dinero en refugios más seguros. Ya se está abusando del publico en un intento de limpiar los títulos-basura y apoyar a bancos débiles, pues instituciones financiadas con cargo a los contribuyentes, como, por ejemplo, el BCE y los programas de rescate, han facilitado ya 1,2 billones de euros (1,6 billones de dólares) en crédito internacional.

Si Soros estuviera en lo cierto y Alemania tuviese que elegir entre los eurobonos y el euro, muchos alemanes preferirían sin lugar a dudas abandonar el euro. El nuevo partido político alemán obtendría mucho más apoyo y la opinión podría cambiar. El propio euro estaría en las últimas; al fin y al cabo, su misión principal era la de acabar con el predominio del Bundesbank en la política monetaria.

Pero Soros se equivoca. Para empezar, no existe un fundamento jurídico para su petición. El artículo 125 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea prohíbe expresamente la mutualización de la deuda.

Peor aún: Soros no reconoce la naturaleza real de los problemas de la zona del euro. La crisis financiera actual es simplemente un síntoma de la enfermedad subyacente de la unión monetaria: la pérdida de competitividad de sus miembros meridionales.

El euro brindó a esos países el acceso a un crédito barato, que se utilizó para financiar incrementos salariales no respaldados por aumentos de la productividad.  La consecuencia de ello fue un aumento repentino de los precios y unos enormes déficits exteriores.

Mantener los excesivos precios e ingresos nominales de esos países con un crédito artificialmente barato y garantizado por otros países sólo serviría para volver permanente la pérdida de competitividad. El afianzamiento de relaciones de deudores y acreedores entre los Estados de la zona del euro alimentaría la tensión política, como ocurrió en los Estados Unidos en sus primeros decenios.

Para recuperar la competitividad, los países meridionales tendrán que reducir los precios de sus productos, mientras que los países septentrionales tendrán que aceptar una inflación mayor. Sin embargo, los eurobonos impedirían precisamente ese resultado, porque sólo se pueden aumentar los precios relativos del Norte, si los ahorradores norteños invierten su capital en su país, en lugar de verlo escoltado públícamente hasta el Sur por garantías crediticias financiadas por los contribuyentes.

Según un estudio de Goldman Sachs, países como Grecia, Portugal y España tendrán que pasar a ser entre el 20 y el 30 por ciento más baratos y los precios alemanes habrán de aumentar un 20 por ciento respecto de la media de la zona del euro. Desde luego, si Alemania abandonara la moneda común, el camino de regreso a la competitividad sería más fácil para los países meridionales, ya que el euro restante experimentaría una devaluación; sin embargo, el problema fundamental de los países en crisis seguiría existiendo mientras los otros países competitivos permanecieran en la zona del euro. España, por ejemplo, tendría que reducir aún más sus precios –entre el 22 por ciento y el 24 por ciento– respecto de la nueva media de la zona del euro.

Desde esa perspectiva, los países en crisis no se librarían de una dolorosa racionalización del gasto mientras permanecieran en una unión monetaria de la que forman parte países competitivos. La única forma de evitarlo sería que salieran del euro y devaluaran sus nuevas monedas, pero hasta ahora no han estado dispuestos a seguir esa vía.

Políticamente, sería un gran error que Alemania saliera del euro, porque con ello se restablecería la línea del Rhin como frontera entre Francia y Alemania. La reconciliación francoalemana, el mayor éxito del período de la posguerra en Europa, estaría en peligro.

Así, pues, la única opción que queda, por desagradable que pueda ser para algunos países, es la de endurecer las restricciones presupuestarias en la zona del euro. Después de unos años de dinero fácil, se debe encontrar una vía de regreso a la realidad. Si un país está en quiebra, debe hacer saber a sus acreedores que no puede saldar sus deudas y los especuladores deben aceptar la responsabilidad por sus decisiones y dejar de clamar por el dinero de los contribuyentes cuando sus inversiones dan malos resultados.

Hans-Werner Sinn, Professor of Economics at the University of Munich, is President of the Ifo Institute for Economic Research and serves on the German economy ministry’s Advisory Council. He is the author of Can Germany be Saved?. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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