Incertidumbres y certezas frente a la crisis

De la trágica situación en la que vivimos saldrá un mundo transformado radicalmente, un mundo muy diferente al actual. Dadas nuestras limitaciones -me refiero no sólo a España, sino también a la Unión Europea-, tenemos la ineludible y urgente necesidad de coordinar una colaboración que nos permita superar solidariamente las imprevistas y graves dificultades que nos acucian en este momento tan crítico.

El mayor problema será la crisis económica a la que nos tendremos que enfrentar. No encuentro otro nombre más descriptivo, pero lo cierto es que estamos ante una insólita economía de guerra, aunque no en su sentido estricto. Las características de esa economía se centran en la transformación industrial para hacer frente a las necesidades bélicas. Lo que las asemeja son las consecuencias, ya que, una vez superadas las dificultades de la pandemia, entraremos de lleno en una situación anómalamente inestable. Nos enfrentaremos a corto plazo a una fuerte depresión que, como ocurrió con la crisis de 1929, ocasionará una tasa elevadísima del paro y una gran incertidumbre respecto a cómo superarla, ya que no existen precedentes; por tanto el cómo vencerla nos plantea un desafío inusitado.

Ciertamente, serán necesarios lo que llamamos unos nuevos Pactos de la Moncloa, por entendernos. Sí, son imprescindibles unos nuevos pactos, pero ahora tendrán que ser mucho más amplios y profundos; pactos que exigirán grandes sacrificios a los trabajadores, a los empresarios y a la sociedad en general. Se requerirá un esfuerzo titánico y una generosidad sin precedentes de todos los sectores para recuperar a medio plazo nuestro bienestar actual. Los parámetros socioeconómicos, querámoslo o no, serán radicalmente otros. Los beneficios empresariales, los criterios y condiciones laborales se verán ineluctablemente reducidos. Todos saldremos empobrecidos de esta situación, en la que indudablemente los más perjudicados serán los desempleados, por ello la prioridad será la creación de empleo. Sin una rápida recuperación del mismo, la demanda, tanto la externa (que resultará fuertemente disminuida por la situación de crisis internacional) como la interna, que son factores esenciales para recuperarnos, se verán seriamente afectadas.

España, como país avanzado, cuenta con una gran tecnología y dispone de una ingeniería de vanguardia muy competitiva en comunicaciones y en la construcción. También destaca en sectores como el farmacológico, el aeronáutico, el aeroespacial y el agroalimentario, y asimismo tiene un sector financiero internacional ampliamente arraigado en importantes zonas geográficas. Además nuestro país posee una notable presencia de medianas empresas en países africanos y latinoamericanos. Pero nuestra debilidad radica en que los sectores más potentes de la economía siguen siendo el turismo, la hostelería y las economías familiares, de las que dependen innumerables puestos de trabajo. Todos ellos se van a ver gravemente afectados. Los factores subjetivos individuales y colectivos tendrán una significativa incidencia. ¿Quiénes se atreverán a viajar? La precaución o el miedo a la epidemia permanecerán hasta que los avances de la investigación farmacológica hayan conseguido remedios eficaces. El temor afectará igualmente a las acendradas costumbres de los consumidores españoles de frecuentar terrazas, chiringuitos y restaurantes etc.

El Gobierno español y la Unión Europea deben favorecer e incentivar de manera acuciante la inversión y ambos tendrán que flexibilizar los criterios macroeconómicos. La Unión adquiere una importancia vital en estos momentos. Los instrumentos a su disposición en forma de eurobonos y préstamos, y la combinación de políticas fiscales son imprescindibles y urgentes. De lo contrario, nos veremos seriamente debilitados, ciertamente unos miembros más que otros, pero como conjunto, reducidos hasta casi la insignificancia en un mundo globalizado donde el eje asiático (El Collar de Perlas) será el gran ganador de esta trágica crisis económica. Al mismo tiempo, como ya están pidiendo voces autorizadas, habrá que crear rentas mínimas para los parados, en especial, para los de larga duración. Es la hora de olvidar posturas económicas clásicas o keynesianas, hay que combinar las políticas económicas sin reparos para superar lo antes posible una crisis económica sin precedentes. De ello dependerá inclusive la seguridad individual y colectiva en nuestra sociedad.

Los pactos económicos son fundamentales y urgentes, como es imperativo, sin lugar a dudas, un Gobierno de coalición de amplio espectro entre todas las fuerzas políticas constitucionalistas. España necesita un Gobierno fuerte y estable lo antes posible, porque es apremiante que nuestros dirigentes políticos sepan encontrar acuerdos auténticos y eficaces. Es imprescindible que los responsables aúnen sus esfuerzos lo antes posible para encontrar rápidamente soluciones a las penurias y pobrezas que amenazan a los españoles, y dejar de pensar en la mezquindad de cómo ganar un puñado de votos. Es perentorio política y moralmente el acuerdo para resolver la grave situación ante la que nos encontramos. Supondría un gesto sólido que confortaría a los ciudadanos y reforzaría sus esperanzas en el futuro. Las soluciones anteriormente expuestas dependerán de que sean capaces de formar el Gobierno de coalición apuntado más arriba. De lo contrario, sería lícito preguntarse ¿para qué los queremos?, ¿para qué nos son ustedes útiles?

Pero además, es exigible que ese Gobierno esté compuesto por personas con gran capacidad y experiencia política y de gestión, que tengan sentido de Estado y de servicio a los ciudadanos. Los españoles en general, y muy especialmente los de mayor formación, tendremos que aliarnos para olvidar las estériles disputas que a veces nos caracterizan y apoyar sin fisuras a un Gobierno de la características a las que acabo de referirme, y acabar así con la "dictadura de la mediocridad" que impera actualmente a todos los niveles en nuestro país, en España.

Pedro Bofill

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