Tres ejemplos distintos y un mecanismo idéntico

Tres ejemplos.

El mismo día que Sánchez le hacía responsable a Feijóo de los abucheos que aún no se habían producido en el desfile de las Fuerzas Armadas, tenía lugar la manifestación en la Puerta del Sol donde se profirieron gritos a favor de Hamas. Ni Sánchez ni ninguno de los miembros de su Gobierno los condenó ni desautorizó a su vicepresidenta, cuya vehemencia propalestina cabe interpretar como un vehemente y extemporáneo antijudaísmo. Gritos que afrentaban no sólo a las víctimas, sino al género humano.

El mismo día que estaba teniendo lugar una manifestación contra la amnistía para los golpistas independentistas, malversadores y prófugos de la justicia, El País resumía aquel encuentro de 300.000 personas, aun antes de haberse producido, en un titular: «Feijóo y Abascal se dan cita en Barcelona».

Al mismo tiempo que se iban conociendo los asesinatos de los terroristas de Hamas en el sur de Israel, dirigentes comunistas españoles, miembros de Sumar del Gobierno de Sánchez y una parte apreciable, o sea despreciable, de la militancia de izquierda, se apresuraba a recordar los «crímenes que Israel viene cometiendo desde hace décadas contra el pueblo palestino». El secretario general del Pce confesó incluso no poder asegurar que Hamas fuese un grupo terrorista.

Tres ejemplos distintos y un mecanismo idéntico
JAVIER OLIVARES

Vamos con el primer ejemplo. Ni siquiera se trataba de una profecía autocumplida y Sánchez obtuvo respuesta en dos tiempos. En el momento y unos días después, durante el desfile. En el momento, la única respuesta posible se la dio el propio Feijóo, muy a la gallega, preguntando: «¿Me lo estás diciendo en serio?». Qué soledad la del que tiene que recurrir a un intermediario (¿sollozando como Boabdil?) para suplicar el respeto que él no ha logrado o merecido; la del autarca que aspira a ser amado por el pueblo del que prescinde y al que desprecia. Naturalmente el 12 de octubre obtuvo la segunda parte de la respuesta: le recibieron con una charanga, «Que te vote Txapote»; al fin y al cabo si Sánchez le ha pedido el voto a Bildu (avalista de una Eta/Hamas en la que «Txapote somos todos»), ¿a alguien le extraña que se lo recuerden una y mil veces? ¿Y cómo no comprender también al melancólico Sánchez que implora a su adversario un poco de paz social? Nada querría él tanto como gobernar sin unos socios apestados a los que trata de blanquear desesperadamente con amnistías, y pasar a la historia como un presidente intachable. Y así, para parecer limpio de Bildu, Junts, Erc y Sumar no le queda otra que tratar de emporcar a cualquier adversario con la palabra ultraderecha.

Y el tercero. Como tantos, ha asistido uno incrédulo a la furia antiisraelí de la izquierda, con mando o sin él en las instituciones españolas. Furia sobreactuada, sin duda, por el altísimo número de los asesinatos y la saña monstruosa con la que han sido cometidos. Sus «contra la violencia venga de donde venga» han sido solo otra forma de decir, «principalmente cuando viene de Israel». Recuerdan a quienes durante años justificaron los crímenes de Eta en lo que sucedía en el cuartel de Inchaurrondo o con los Gal.

Como en los casos anteriores, la equidistancia es la equiparación, y la equiparación lleva al reparto «equitativo» de responsabilidades, y ese reparto, a la impunidad, o sea a la imposibilidad de graduar nada, hasta la reducción al absurdo. El mantra hoy en la izquierda y las almas bellas es este: como no se puede conocer la verdad, yo no actúo contra el que miente; como nadie es inocente, yo no condenaré a los culpables. Y si se habla de 1.300 víctimas civiles israelíes, menciónense inmediatamente las víctimas civiles gazatíes (sin especificar que muchas de estas víctimas en ningún caso habrían denunciado a ninguno de los milicianos que han perpetrado estos crímenes ni habrían evitado la masacre, si acaso en la actualidad algunas de ellas no los están asistiendo por ser madres, abuelas, esposas o hijas de hamasitas, o amigos, partidarios o parientes suyos).

Todas estas son operaciones de distracción: se responsabiliza a alguien de unos abucheos, para evitar referirse a lo que los desata (la amnistía); se habla de «los crímenes de Israel», para no abordar el verdadero problema (no habrá un Estado palestino hasta que los propios palestinos no acaben con Hamas y quienes quieren exterminar a todos los judíos); y ya se ha centrado la discusión en la constitucionalidad o inconstitucionalidad de la amnistía, para no tener que abordar lo único importante: su indecencia política, moral y democrática (nunca nos opusimos a los indultos por inconstitucionales, que no lo son, sino por indecentes, que sí), y si se pide ahora la amnistía para los 4.000 nacionalistas catalanes por delitos gravísimos en algunos casos, pídase también para unas docenas de policías (que acaso, llegado el momento, deberían renunciar a ser amnistiados por un Estado obligado únicamente a reconocer el trabajo que ese Estado les encomendó y que ellos desempeñaron de modo ejemplar).

Así que esto es todo lo que puede hacer uno por el entendimiento de la realidad, bien poco. Mostrar el mecanismo de la propaganda y su funcionamiento. Idéntico siempre y manejado por gentes sin escrúpulos, unas veces con las manos manchadas de sangre, y otras lavándoselas como Pilatos.

Andrés Trapiello, escritor.

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