Martes, 12 de marzo de 2024

Anónimo: La casa de Nazaret, hacia 1655.
Museo Nacional de Escultura (Inventario CE2843)
Materia/Soporte: tejido, madera y cera.
Técnicas: tallado, modelado, encolado [Tejido], policromado
Dimensiones
Grupo escultórico: Altura = 24,50 cm; Anchura = 52,50 cm; Profundidad = 25,50 cm
Urna: Altura = 56 cm; Anchura = 63 cm; Profundidad = 30 cm


A comienzos del siglo XVI en Italia, la cera, material dúctil utilizado hasta entonces por los escultores casi exclusivamente para labrar los modelos amortizados tras la ejecución de la obra final, se convierte en un medio adecuado para la realización de obras de reducido formato —relieves y escenas— elaboradas con un alto grado de virtuosismo y que en ocasiones se incorporan a elementos singulares de mobiliario; artistas como los Abondio, Azzolino, Zumbo o Julianis, activos en Florencia y Nápoles, llevan al arte de la ceroplástica a sus cotas mas altas entre los siglos XVI y XVIII, con abundantes obras exportadas a España, aún poco conocidas. La tendencia se intensificará con la llegada al trono español de Carlos III y la presencia en España de obras de cera realizadas en el entorno de la corte napolitana, como las de Giovanni Francesco Pieri (1699-1773), conservadas en las residencias reales e incluso en este museo.

Ante la llegada de piezas importadas ya desde finales del siglo XVI, en España su contrapartida va a ser las producciones de artistas locales formados en dicha especialidad, aún poco valorados y escasamente conocidos. Entre ellos destacan los granadinos hermanos García, el caballero zaragozano Juan de Revenga (entre 1614 y 1684) y en la corte José Calleja (activo a finales del XVII), quien se supone discípulo del gran ceroplasta hispano, el fraile mercedario Juan Gutiérrez de Torices (1625-1709), autor de complejas escenas solventadas con un portentoso detallismo. Tanto en Italia como en España durante todo el siglo XVII estas escenas, reflejadas en los inventarios como escaparates, son el formato preferido, un reducido espacio cercado de maderas finas y aplicaciones de bronce, al interior del cual se figura un fondo arquitectónico o paisajístico en el que pequeñas figurillas representan temas profanos y, más habitualmente, religiosos.

Ambos temas, profano y religioso, se combinan de modo sorprendente en este escaparate, cuya procedencia original desconocemos y que fue adquirido en el comercio del arte en 2003. Como si del argumento de un entremés o un auto sacramental barroco se tratara, un grupo de cazadores junto con un noble a caballo vestidos a la moda del siglo XVII, irrumpen desde la espesura a un espacio doméstico —el taller de Nazaret— donde la Sagrada Familia se afana en sus quehaceres.

Sobre su autoría hay que señalar que la inscripción con las siglas RS o JS entrelazadas y la fecha de 1655 han resultado apócrifas, a pesar de que su supuesta datación cuadra bien con la indumentaria del jinete. Si bien, como ha señalado Urrea, presenta ciertas analogías con el escaparate conservado en el Victoria & Albert Museum de Londres de la Visión de San Eustaquio, obra napolitana de fray Ilario de Rossi datada entre 1666 y 1672 y realizada para el virrey don Pedro de Aragón, no se le puede adscribir con seguridad; quizás podría relacionarse con la aún desconocida producción de Juan Revenga, que según Palomino hacía urnas, cajones y escaparates en cera, de tan extremado primor que desmentía el natural.