Civilizaciones

Líneas de Palpa: figura de una ballena. Foto: Luis Jaime Castillo
Líneas de Palpa: figura de una ballena. Foto: Luis Jaime Castillo

Nadie sabe exactamente qué son las líneas de Nazca y Palpa. Lo único indiscutible es que se encuentran en la árida planicie costera del Perú, a unos 400 kilómetros al sur de Lima. Se incluyeron en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1994. Sin embargo, aquí se acaban los hechos indiscutibles, dejando a los científicos con numerosos misterios sin resolver. Se trata de uno de los mayores enigmas de la arqueología debido al número, naturaleza, tamaño y continuidad de los geoglifos descubiertos.

La primera referencia sobre las Líneas de Nazca está datada en 1547 cuando Pedro Cieza de León dijo que vio señales en algunas partes del desierto que circunda dicha zona. Desde entonces, se han ido descubriendo no uno ni dos sino cientos de geoglifos que se extienden en un área de 450 Km2 y que se datan entre el 500 a.C. y 500 d.C. Los últimos en salir en la luz fueron 168 obras durante el estudio de campo realizado por un equipo de la Universidad de Yamagata entre junio de 2019 y febrero de 2020. Detectados en fotos aéreas captadas por drones, los dibujos muestran una miríada de criaturas como pájaros, serpientes, orcas y personas,...

Sus creadores las dibujaban retirando las piedras más oscuras de la superficie terrestre para dejar al descubierto la arena más clara que había debajo, y se cree que las representaciones forman parte de rituales espirituales y astronómicos.

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El cortometraje documental «Kukeri», de Killian Lassablière, es un conmovedor retrato de un ritual búlgaro centenario del que ya hablamos hace un tiempo. La película, que forma parte de la serie The New Yorker Documentary, destaca esta práctica cultural desde la perspectiva de sus participantes, conocidos como kukers, que describen las raíces de la fe, la comunidad y la familia que los reúnen cada primavera para ahuyentar a los malos espíritus.

Con los brazos alados en actitud protectora, este relieve de la diosa egipcia Isis ha custodiado durante milenios el sarcófago de piedra del faraón Tutankamón, en el Valle de los Reyes de Egipto. Fotografía: Paolo Verzone

Con los brazos alados en actitud protectora, este relieve de la diosa egipcia Isis ha custodiado durante milenios el sarcófago de piedra del faraón Tutankamón, en el Valle de los Reyes de Egipto (Fotografía: Paolo Verzone)

No es extraño que Tutankamón la eligiera para protegerle. Isis es la diosa madre de los dioses egipcios y la deidad femenina más venerada del Mundo Antiguo. Tanto es así que fue adorada no sólo por los egipcios sino también por griegos y romanos. Si tenemos en cuenta que podía traer de vuelta a los muertos y que protegía a sus seguidores de Seth, su veneración resultaba casi obligatoria para cualquier mortal.

Era hermana y esposa de Osiris al que el dios Seth (hermano de ambos) asesinó ¡dos veces!. Seth metió la primera vez el cuerpo de su hermano en un sarcófago que arrojó al río Nilo, pero encalló en Biblos donde Isis lo encontró y luego escondió. Seth, sin embargo, volvió a recuperarlo y esta vez decidió cortar el cuerpo de Osiris en 14 pedazos. Isis no cejó en su empeño por recuperar de nuevo a su marido y logró recuperar todos los pedazos. Ayudada por Anubis, recompuso el cuerpo de Osiris y, con su magia, Isis volvió a la vida a su esposo, pero no a la vida de los mortales, sino como rey de los muertos. El toque final fue yacer con su marido y concebir al dios Horus.

Tenía también el don de la magia y gracias a una argucia se convirtió en una hechicera muy poderosa. Primero, Horus fue picado por Seth que se había transformado en una alacrán de dos colas. Isis entonces tomó la forma de una serpiente y mordió a Ra, el dios de los dioses. Éste acudió a ella para que lo curara, pero le hizo creer que necesitaba un poder semejante al suyo. El dios solar le reveló entonces el verdadero nombre del Sol, un dato que conllevaba un poder gran mágico que le permitió curar a su hijo.

Tartesos se aleja del mito para adentrarse de lleno en la Historia. La V campaña de excavaciones en el yacimiento tartésico de Casas del Turuñuelo ha dado como resultado principal el descubrimiento de los restos de cinco relieves figurados del siglo V a.C., pertenecientes a la cultura tartésica (siglos VIII-IV a.C.). Hasta ahora se creía que se trataba de una cultura anicónica, es decir, que representaba la divinidad sólo a través de motivos animales o vegetales, o a través de betilos (piedras sagradas). Ahora y por primera vez, rostros esculpidos en piedra salen a la luz: ¿divinidades? ¿personajes destacados?. Otro misterio que se une a la gran pregunta: ¿Por qué Casas del Turuñuelo fue destruido a conciencia, quemado, sepultado y abandonado? No fue el único: otros edificios de la zona y en torno a la misma época corrieron la misma suerte. Se desconocen los motivos que condujeron a tal destrucción.

Nota de prensa del CSIC: Investigadores del CSIC hallan las primeras representaciones humanas de Tarteso.

Reconstrucción de un cazador-recolector asociado a la cultura gravetiense (hace 32.000-24.000 años). Tom Bjoerklund
Reconstrucción de un cazador-recolector asociado a la cultura gravetiense (hace 32.000-24.000 años). Tom Bjoerklund

Hace 22.000 años se produjo una bajada térmica que afectó a grandes extensiones del planeta y en concreto al interior de Europa donde el descenso de las temperaturas fue muy notable. Es el período llamado Último Máximo Glacial durante el cual se produjo la máxima extensión de la capas de hielo dentro del último período glacial.

Y miren por donde, los estudios señalan que, mientras el centro y el oeste del continente europeo se despoblaban, la Península Ibérica se convirtió en reservorio genético en el que los humanos encontraron un refugio durante decenas de miles de años. Cuando el clima se tornó más benigno, sus poblaciones se expandieron de nuevo por el continente.

Más información en La península ibérica fue el gran refugio europeo durante la fase más fría de la Edad de Hielo.

Dyal Thak (Kin Coedel)
Dyal Thak (Kin Coedel)

Dyal Thak en tibetano significa lazos mutuos, conexión o «un hilo común», y así llamó Kin Coedel a una serie de fotografías que tomó en 2021 en la meseta tibetana y las regiones circundantes.

La meseta, que algunos llaman «el techo del mundo», es una vasta extensión de tierra en la que, durante siglos, muchas tribus de nómadas han vivido de los animales que la habitan. Hasta la década de 1960, sus habitantes siempre tuvieron un modo de vida sencillo y equilibrado con el ciclo de la naturaleza. Sin embargo, los cambios económicos y sociales provocados por la revolución cultural, las políticas y el desarrollo, han erosionado este modo de vida sostenible. Una nueva economía impulsada por el mercado creó nuevas demandas que iban más allá de lo que la agricultura y la ganadería podían satisfacer y el modo de vida tradicional se estaba volviendo inútil para muchos tibetanos. Había que construir un puente que les conectara con la economía moderna.

Dada su singular historia revolucionaria y su situación geográfica, Tíbet es una región, a pesar de sus ricos recursos y su vasta naturaleza, esencialmente aislada de otros países. Durante la pandemia, cuando muchas partes del mundo se sentían abatidas, llegar al Tíbet era un soplo de aire fresco. A 3.200 metros sobre el nivel del mar, parecía no haber sido tocado por el caos de la vida contemporánea: bellos paisajes, animales en libertad y hermosos templos budistas; las comunidades eran optimistas y armoniosas, y el modesto modo de vida era, en comparación con el mundo en general, más prometedor y esperanzador.

Escenas seleccionadas de «Ritoma རུ་སྟོད་མ།», documental dirigido por la ganadora de un Oscar Ruby Yang

Muchas de las imágenes se tomaron en la aldea de Ritoma, una comunidad muy unida de artesanas dirigidas por la mayoría. Muchas de ellas son tejedoras generacionales, hilanderas, fundidoras de lana y, desde los años 90, han utilizado lo que la madre naturaleza les ofrecía: el yak khullu, y han construido una industria basada en la aldea. Ahora, las minorías étnicas tibetanas luchan por tener las mismas oportunidades que los chinos han, manteniendo la tradición de tejer lana de yak, conservando la forma respetuosa de vivir con la tierra y construyendo un futuro sostenible para las generaciones venideras.

Ver serie Dyal Thak (Kin Coedel)

Matthieu Paley: Hunza, Pakistán
Matthieu Paley: Hunza, Pakistán

Hasta la década de los años setenta, los habitantes del valle del río Hunza (Pakistán) celebraban un ritual de «apareamiento» de glaciares para que el nuevo hielo regara el valle al llegar el deshielo en la primavera. La ceremonia consistía en recoger un trozo de hielo de un glaciar «macho» y otro de un glaciar «hembra», y después depositar ambos pedazos en un hoyo de una zona umbría de las montañas de forma que de su unión naciera un nuevo glaciar.

En diciembre de 2021, Ali Haider, de 19 años, Najib Khan, de 20, y Atif Amin, de 24, posaron para el fotógrafo Matthieu Paley con sus caretas de calabaza y pelo de cabra sobre el glaciar (femenino) de Shisper durante la recreación de dicho ritual de apareamiento. Su objetivo es recuperar la tradición y preservarla para las generaciones venideras.

Vasija silbato. Guatemala o México. Siglo V. Cerámica

En los recipientes de esta doble vasija se enfrentan un pájaro sobrenatural, de aspecto temible, y un joven arrodillado. La postura sumisa del muchacho sugiere que está disimulando su intención de atraerlo y derribarlo. Pese a ser derrotada, el ave es una majestuosa deidad considerada como una manifestación de Itzamnaaj. El silbato ubicado en su cabeza suena cuando el receptáculo contrario se llena de agua.


Esta vasija es una de las piezas que se pueden contemplar en la exposición Las vidas de los dioses: la divinidad en el arte maya en el Museo Metropolitano de Arte (New York) que puede visitarse hasta el 2 de abril de este año.

En esta ocasión, tanto el resumen de la exposición como la descripción de los objetos en el sitio online de la muestra están en español.

Miembros del Conjunto Folklórico Nacional «Sabo» (Uzbekistán) por las calles de Jaca (Huesca) con ocasión de la cuadragésima octava edición del Festival Folklórico de los Pirineos (2015). Y para conocer su folclore, nada mejor que ver y escuchar su actuación en el mencionado festival.