Juan Martínez Montañés: San Juan Evangelista
Juan Martínez Montañés (Alcalá la Real, 1568 - Sevilla (m), 18/06/1649): San Juan Evangelista, 1638.
Escultura de bulto redondo en madera tallada y policromada.
Altura = 105 cm; Anchura = 62 cm; profundidad = 64 cm; peso = 54,50 Kg.
Museo Nacional de Escultura (Inventario CE1123).
El enorme éxito en los conventos sevillanos a comienzos del XVII de las figuras de los Santos Juanes, relacionados con la devoción inmaculista y ejemplos contrapuestos de la vida activa y la predicación —el Bautista— y de la contemplativa y de la oración —el Evangelista—, se reflejó en la habitual construcción en los cenobios de parejas de retablos usualmente dispuestos uno frente al otro para albergar sus imágenes. De aquí surgió una de las series iconográficas más logradas de la producción del maestro Juan Martínez Montañés, entre las cuales destacan las de San Isidoro del Campo (1610) y las realizadas para los conventos de San Leandro (1622), Santa Clara (1626) y Santa Paula (1638).
Muy relacionado con la última pareja citada se encuentra esta escultura sedente del evangelista, adquirida para el museo en 1985 procedente de la colección barcelonesa del conde de Güell, quien ya la había dado a conocer en 1925 adscribiéndola a Montañés. La imagen, tallada y policromada por completo, proviene del convento sevillano de monjas dominicas de Santa María de la Pasión; desamortizado en 1838, su iglesia siguió abierta al culto hasta los sucesos revolucionarios de 1868 tras los que fue desmantelada y derribada. En su interior, al lado del evangelio y junto a la puerta lateral de la iglesia se encontraba un sencillo retablo de un cuerpo dedicado al Evangelista, contratado en 1538 por el jurado Luis de Villegas con Montañés por 580 ducados. Presidido por la estatua sedente del titular entre dos tablas pintadas de San Agustín y San Cristóbal, constaba de banco con otras dos tablas con parejas de santas y ático con un relieve del martirio del santo en la tina. Las tablas —atribuidas a Francisco Varela— y el relieve —del taller de Montañés— ingresaron en 1869 en las colecciones del Museo de Bellas Artes de Sevilla, perdiéndose la pista de la imagen titular.
Esta escultura constituye el broche final de su iconografía en la producción montañesina, optando aquí por una visión de un San Juan maduro, que correspondería a su época de exilio en la isla griega de Patmos donde escribió el Apocalipsis, sentado y escribiendo, junto a su símbolo habitual, el águila, símbolo que representa la elevada importancia de sus escritos; curiosamente, en el texto del pergamino que sostiene se superponen dos frases, una de su Evangelio y otra del Apocalipsis. El instante de inspiración divina se expresa en un cuerpo paralizado por las emociones y en un rostro que mira al cielo con expresión ansiosa. La elegancia y la postura equilibrada de la figura, junto a su rica policromía, con una vistosa técnica de estofado (que podría haber sido realizada por Francisco Pacheco), nos recuerda la pervivencia clásica del barroco andaluz. La gran calidad técnica de Montañés, al que sus coetáneos llamaban «el dios de la madera», queda patente en esta obra tardía, ya que el escultor debía tener unos 70 años cuando la realizó. Destaca el tratamiento de los pliegues del hábito y la minuciosidad de los mechones de pelo y la barba.