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Como si fueran dos Spitfires, Reino Unido y Polonia están empezando a inclinar las alas en el cielo para volar en dirección a distintos lugares. El piloto polaco se encamina hacia Berlín, no para bombardearla, sino para establecerse. El británico, en cambio, se dirige hacia el Atlántico. Como consecuencia, su vieja amistad se resiente. Cada país se mueve influido por la historia, la política y las emociones, además de por intereses. Las dos elecciones entrañan riesgos que los pilotos quizá no ven bien desde la cabina, y ambos están todavía a tiempo de cambiar de rumbo.
Las tensiones se vieron en una reunión de la mesa redonda polaco-británica celebrada hace dos semanas en Cracovia, salpicada de emociones y muy diferente a nuestro primer y optimista encuentro, en la antigua capital de la monarquía polaca, hace seis años.… Seguir leyendo »
In Krakow, Poland's Oxford, the Brits don't have a good reputation. They pile in with easyJet for drunken hen, stag and thug weekends, carousing loudly, half-naked, through the cobbled streets of this conservative, Catholic city. And they call it "kraking". In some bars, I was told, there are signs saying No Brits Allowed. Even the Germans are more welcome.
So much has changed since I first came to Krakow, nearly 30 years ago, just after the newly elected Polish pope, John Paul II, had spoken straight to the hearts of two million people in his beloved city - "in which every stone and every brick is dear to me" - and left a country and, soon enough, a Europe transformed.… Seguir leyendo »
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