Sin tiempo para sentir tristeza
Cuando golpeó el terremoto yo estaba en las termas de Sakunami, a casi 25 kilómetros de mi hogar, en Sendai, como anfitrión de una pareja británica. Mientras estaba sumergido en una piscina al aire libre junto a Ben, el marido, la nieve en polvo comenzó a desprenderse de las rocas circundantes. Un instante después cayeron pequeños trozos de piedras desprendidas.
«Es un terremoto, y de los grandes», dije, urgiendo a Ben para que entrase en el vestuario de al lado. Me puse el albornoz, sin secarme siquiera. Mientras intentaba que mis piernas me sostuviesen y me ataba el cinturón con manos temblorosas comprendí de pronto, aterrorizado, que había llegado el gran terremoto de la provincia de Miyagi, anunciado desde hacía tanto tiempo.… Seguir leyendo »