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Una regla muy segura para medir la calidad de la clase política es preguntarse dónde estaría cada personaje si tuviera que buscarse la vida en la empresa privada. A menudo rige el principio de Peter pues cunde el convencimiento de que tal o cual ministro, alcalde o presidente de comunidad no habría pasado de auxiliar administrativo en una multinacional o de redactor de la cartelera en un periódico. No es una cuestión de currículo -que también- sino de envergadura personal e intelectual.

Puesto que con el gobierno de las Leires, las Bibianas y los Pepiños llegó a percibirse que algún sumiller maligno decantaba la clase política mediante una especie de proceso de selección a la inversa, es reconfortante volver a contar con un consejo de ministros compuesto por los Guindos, Margallos y Cañetes, personajes avezados que se saben la asignatura y que no tendrían ningún problema en colocarse en el sector privado.…  Seguir leyendo »