El Cerro de las Cabezas
A finales de 1988, en un día frío y ventoso, subí con mi amigo Eño por vez primera al Cerro de las Cabezas. Nos encontramos cerca de la cúspide a dos jóvenes estudiantes de arqueología, que acababan de terminar el bachillerato en el IES Bernardo de Balbuena, haciendo con afán ('studium') unas catas en aquel paraje misterioso, con una estructura claramente octogonal en la cima aplanada del cerro, que muy poco tiempo atrás el arqueólogo Martín Almagro había bautizado como un 'oppidum ibero' –sí, ibero, y no íbero, que ibero es palabra llana en latín y la eta del griego lo deja claro–.… Seguir leyendo »