La violencia sexual del ejército ruso, un arma de guerra para desalentar la resistencia
Mi tía abuela no nació muda, pero al comienzo de la segunda ocupación soviética de Estonia la sacaron de su casa y la sometieron a un interrogatorio que duró toda la noche; después de eso, dejó de hablar. Cuando volvió a casa por la mañana parecía estar bien, pero nunca volvió a decir nada más que: “Jah, ära”. (”Sí, déjame”). La respuesta a cualquier cosa que le preguntaran siempre era ésa: “Jah, ära”. Jamás se casó ni tuvo hijos, nunca tuvo una relación amorosa. Vivió con su madre hasta el final de sus días.
Escuché esa historia de niña, y aunque los adultos no entraron en detalles sobre lo que había sucedido durante los interrogatorios, todos lo adivinábamos, incluso yo.… Seguir leyendo »