Cuando nosotros, los muertos, despertemos
Aquella penúltima madrugada sevillana de enero de hace 20 años, fría como pocas, amaneció cubierta con el sudario de los cuerpos yacentes de un joven matrimonio, Alberto y Ascen, de 37 años, sobre el ensangrentado adoquín de la calleja antigua del obispo don Remondo. En medio de la soledad nocturna, y emergiendo de la penumbra oculta de un intrincado recodo de esta céntrica costanilla con trazado de sierpe, el eco de los pasos de aquella pareja de desventurados encontró la réplica asesina de unos canallas que, sin juicio ni conmiseración, talaron su juventud enhiesta con el hacha terrorista de ETA.
Aquel escueto y solitario campanazo tocó a muerto y fue premonitorio presagio fúnebre de dos acechadoras descargas de plomo.… Seguir leyendo »