Por el camino de Iceta
Julio Camba, el gran escritor gallego, sentía gran devoción por Ortega, el filósofo: «Pura y elegante inteligencia de España». Siempre recordaría, con la ironía y socarronería que desprendía su prosa, la madrugada en la que el pensador acudió, con la salud quebrantada, al Congreso para explicar al resto de señorías que autonomía y federalismo no eran conceptos análogos, como algunos promovían, sino opuestos. «Como no es lo mismo –amartillaba por su cuenta el sagaz columnista– encajar las piezas de un puzzle, a fin de formar un cuadro, que coger un cuadro y hacerlo añicos, al objeto de hacer un puzzle».
Al poco de aquella aparición espectral, Ortega dejó la Cámara y se refugió en su Filosofía, de donde nunca debió apartarse.… Seguir leyendo »