
El velador del diálogo
Cuando me incorporé a nuestra embajada en Ottawa como jefe de misión, en la primavera de 1999, la opinión de los observadores era unánime: Canadá se dividía. Y es que, en el segundo referéndum sobre la separación de Quebec (la consulta, allí, es legal y conforme con las normas constitucionales), el no había triunfado por solo unas centésimas. La suerte estaba echada, me decían los embajadores a quienes hice, a mi llegada, la habitual visita de cortesía. Y en la siguiente votación, pensaban todos, el sí se impondrá sin remedio. Era la tendencia irrefrenable, la deriva en la que ya no cabía la marcha atrás.… Seguir leyendo »