Tradición familiar

D. José Francisco Corral Sanz “Curro” nació el 29 de julio de 1954 en La Puebla de Alfindén, Zaragoza.

Su padre estuvo muchos años ejerciendo de campanero aquí en La Puebla. Se llamaba D. Francisco Corral Padró, apodado “El tío Paco el catalán” nació en 1919 en Falset, Tarragona y falleció en 1999 en La Puebla de Alfindén.
Su abuelo materno, D. José Sanz Solanas “El sastre” nacido en Pastriz, fue sacristán y campanero también durante muchos años.

Curro fue monaguillo entre los 9 y los 14 años y aprendió a tocar en aquel tiempo gracias a las enseñanzas de su padre. A partir de los 14 años también hacía de campanero cuando su padre no podía. Fue durante la segunda mitad de la década de los sesenta, años setenta y parte de los ochenta.

D. José Francisco recuerda con agrado:

“Me gustaba mucho tocar, hacía de todo, tañía a cuerda, bandeaba y hacía el medio bando yo solo. En el “bandeo” cogía de la parte inferior de la campana para que tomara impulso y acto seguido empujaba del yugo hasta terminar. En el -medio bando-, sólo para difuntos, cogía de la parte inferior como en el bandeo y empujaba de la zona media-baja de la campana para que se balanceara sin llegar a dar la vuelta completa. En los tañidos con cuerdas, me colocaba frente a las dos campanas mayores para las dos clases de toques que eran señal de duelo y repique de misa: en la mano derecha la cuerda que iba a la Valera, en la izquierda las cuerdas de la Mediana y del Cimbal.
En el toque de difuntos había tres partes: “tañido con cuerdas, medio bando y tañido con cuerdas”: Cimbal, Valera, Cimbal, Valera, Cimbal, Valera y Mediana, de la misma manera tres veces, acabando con las tres campanas a la vez, después comenzaba la segunda parte con el “medio bando” balanceando alternativamente las tres campanas, para terminar otra vez con la fórmula anterior con cuerdas. Al acabar este ciclo, toque de misa con la Valera a cuerda desde abajo: cuarenta más uno, cuarenta más dos y cuarenta más tres.
El repique de misa empezaba con tres toques de Valera, después la combinación era un poco personal e intuitiva. Mi padre me lo enseñó así.
Había un caso curioso entre las personas que oían tocar, el tío Pradilla sabía la persona que estaba repicando, aunque mi padre y yo tocábamos igual, el nos sabia diferenciar.
En alguna ocasión, sobre todo en las bodas, me daban propinas. La familia del que se casaba me decía al darme las monedicas que tocara bien.
Mi padre me contaba que en décadas pasadas había diferencia en el toque si el difunto era hombre, mujer o niño. Yo no llegué a realizar el toque que diferenciaba el sexo del difunto.
Antes de restaurar la torre, durante el bandeo temblaba todo el campanario, no subía cualquiera. Además daba vértigo, pues los ventanales eran más grandes y no tenían la rejilla metálica que tienen ahora. Las palomas entraban al campanario por todas partes y dejaban la sala muy sucia.
Desde que se han electrificado las campanas, los toques suenan como más tristes y da sensación de frialdad. Los de antes eran más variados y agradables”.

Curro evoca algunos toques desaparecidos como Arrebato y Mortijuelo.

Los fines de semana D. José Francisco era árbitro de fútbol. Cuenta como hecho anecdótico que en cierta ocasión tuvo que suspender un partido porque tenía que doblar las campanas debido a la muerte de un vecino. Aprovechó que los equipos llegaron un poco tarde al encuentro para suspenderlo.